Imagina a Descartes.
Descartes el racional.
Descartes el mecanicista.
¡Descartes el padre de la filosofía moderna…!
Ahora bien: imagina a ese mismo Descartes con Francine.
Construyendo a Francine, más bien.
Diseñando esa pequeña autómata que llevaba escondida en un baúl por varios
años.
Imagínalo hablando con Francine.
Leyéndole sus escritos.
Esperando respuestas y acciones que el mismo había
programado.
Imagina el rostro de Francine.
Imagínalo pintado a mano, reproduciendo el rostro
de una muerta.
Imagina a Descartes obsesionado.
No lo pienses, en todo caso.
Imagínalo.
Obsérvalo ahí, embarcándose con Francine para ir a
una conferencia.
Escondiéndola de los demás.
Aceitando sus engranajes apenas hubo zarpado el
barco.
Imagínalo pidiendo bloquear sus ventanas y sentando
frente a sí a esta máquina.
Una máquina frente a otra, digamos.
¿Lo tienes?
Pues ese también es Descartes.
El del plano cartesiano.
El del discurso del método.
¡El padre de la filosofía analítica…!
Ahora bien: imagina a Descartes desesperado porque
se entrometieron en su camarote y descubrieron este extraño robot parlante.
Y claro, observa ahora a Descartes intentando
impedir que arrojaran a Francine al mar, para apaciguar la tormenta.
Por último, imagínalo viendo cómo Francine se hunde
sin posibilidad de ser rescatada.
¿Ya lo tienes…?
¡Pues ese sí que es Descartes…!
El interior de Descartes, me refiero.
El Descartes sin método.
El no racional.
¡Qué mierda…!
Ya ni sé cómo decirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario