Me regalaron una serpiente de mascota.
Y para alimentarla me regalaron un ratón.
Los dejé juntos y también les dejé agua.
Me dijeron que eso bastaba por unos días.
Entonces viaje para pasar unos días en la montaña.
En una pequeña cabaña de un pariente que hace
figuras con madera.
En la entrada, de hecho, había hecho un pesebre, no
muy grande, pero con una gran variedad de figuras.
Al día de llegar encontramos una culebra en el
pesebre, entre las figuras.
Se había enroscado entre ellas y al parecer se había
comido a uno de los reyes magos.
Creo que a Melchor.
Pensaron en matarla, pero los convencí que la
dejaran de mascota.
Y les dije que podían alimentara, si querían, con
un ratón.
Por la tarde, junto a un primo, cazamos un ratón
para alimentar al reptil.
Era bastante grande, pero confiamos en que la
culebra podría con él de todas formas.
Los dejamos juntos en una caja de madera y también
les dejé agua.
Volví esa misma noche a mi casa, a los pies de la
montaña.
Mi serpiente estaba enroscada, junto al ratón.
Ambos estaban vivos y el agua estaba intacta.
Llamé horas después a mi tío y le pregunté qué
había pasado con la culebra y el ratón.
Él me dio que ambos estaban vivos y el agua estaba intacta.
Mientras hablábamos, nos percatamos que era ya
bastante tarde, pero la noche todavía no llegaba.
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