Un mudo se encuentra con otro mudo en un bar.
Ambos llaman al garzón al mismo tiempo, con un
gesto.
Al verse en ese dilema el garzón hace un gesto a
ambos, tratando de resolver a cuál atender primero.
Entonces ambos mudos, con gestos, intentan cordialmente
ceder la atención del garzón.
Todavía en la encrucijada el garzón duda hacia cuál
de ellos avanzar.
Para resolver esto decide, mentalmente, ir hacia el
primero de ellos que hable.
No importa lo
que diga, determina. Atenderé al
primero que hable.
Ambos mudos entonces miran al garzón y se preguntan
por qué este se ha quedado quieto.
El garzón en tanto, fijo en su idea, solo espera a
oír la primera palabra.
Pasan así un par de minutos en los que logran
llamar la atención de las otras personas que se encuentran en el bar:
Una pareja que se encuentra en la mesa del fondo.
Dos amigos que han pasado luego del trabajo.
Otro garzón y la cajera que susurran algo respecto
al primer garzón.
Y yo, por supuesto, que estoy en otro rincón, escribiendo
estos apuntes.
La situación es extraña y de cierta forma incómoda.
Justo entonces una mujer que sale del baño se
encuentra de golpe con esta escena, y se acerca a mi mesa para preguntarme qué
ocurre.
Es como un
chiste, le digo. Un mudo se encuentra
con otro mudo en un bar.
Pero ella no me cree.
O tal vez me cree, pero el chiste no le hizo gracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario