Estaba en la montaña pensando cosas.
Algunas importantes y otras no tanto.
Era de mañana y tenía un termo con café, unas
galletas, una manzana y una botella con agua.
Debía bajar de la montaña en ocho horas.
Como subí sin celular ni reloj, debía calcular la
hora por la posición del sol.
No es tan difícil y por lo general me oriento de
esa forma, así que no me preocupé en este aspecto.
Sí me preocupé en cambio de llevar una lista con
algunas acciones que he realizado estos días y que aún no sé hacia dónde me
dirigen.
Renunciar al trabajo, regalar mis pocos ahorros y
hasta atrasarme en la escritura de este blog, después de no haber fallado nunca
con la entrada diaria durante más de ocho años.
Sin embargo, por más que mirará la lista no lograba
asociarlo con ninguna idea o sensación concreta.
Entonces, fui buscando una serie de frases que
pudiesen dar alguna luz sobre mis acciones.
Me dije varias, pero ninguna me dejaba convencido.
Finalmente, mientras bajaba la montaña decidí que
las acciones ya tenían luz propia y no debían ser iluminadas por ninguna otra,
para revelar nada.
Me tomé el agua y comí la manzana.
Luego regresé a mi hogar.
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