Durmió en el auto durante seis meses. Lo
estacionaba en un sector lejano, sobre la colina. Cuando el cielo estaba
despejado y en la casa encendían las luces, él podía distinguirla, a lo lejos.
Lavaba la ropa en una lavandería y solo planchaba las camisas, en casa de un
primo. Luego las metía en la parte superior del bolso y las dejaba en el auto. Estaba
inscrito en un gimnasio pequeño donde se duchaba cada día, aunque prácticamente
no hacia ejercicios. En el trabajo, siguió asistiendo como de costumbre, aunque
todos lo notaban más reservado. Esa fue la rutina que llevó durante seis meses.
Ocurrió entonces que una noche, mientras se
masturbaba, antes de dormirse, vio unas luces de color extraño, fuera del auto.
Por un momento pensó que se trataba de otro vehículo que había llegado hasta el
lugar, pero pronto se dio cuenta que las luces eran de otro tipo.
No le fue fácil explicarnos lo que vio y aun así
ninguno de nosotros le creyó, hasta que días después nos mostró una grabación,
que hizo con el celular. No se ve muy claro, por supuesto, pero se aprecian al
menos dos seres con apariencia extraña, sentados sobre una roca, emitiendo unas
luces extrañas.
-Una vez me hablaron –señaló, cuando nos enseñó la
grabación-. Creo que también tenían problemas, pero los sabían llevar…
-Ya –le dije yo, todavía escéptico.
-No sé en todo caso en qué idioma me hablaron, pero creo que hubo comprensión entre nosotros -agregó.
-¿Nada más que contar? -le dijimos entonces, algo incómodos y con ganas de cortar el tema.
-Nada -concluyó-. Simplemente, como ya era innecesario, apagaron sus
luces, y dejaron de brillar.
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