Tenían un espectáculo callejero.
Se decía que eran padre e hijo aunque nunca se
demostró esa hipótesis.
El joven era siempre el que se preocupaba de reunir
al público.
Así, sin ser demasiado específico, intentaba
intrigar a las personas hasta reunir en torno a ellos un número considerable de
asistentes.
Solo entonces, tras hacer un cálculo que siempre
variaba según la cantidad de espectadores, le ponía un precio al acto de su
compañero.
-Ahora –decía-, por solo cinco mil pesos, podrán
ustedes ver cómo mi compañero deja de tener signos vitales… Pueden ustedes
acercarse a él, intentar escuchar un latido o identificar cualquier otro signo…
y si logran reconocer algo distinto al silencio de la muerte, les devolveré el
doble del dinero…
Entonces, por lo general, la gente comenzaba a
mirarse y, tras calcular que no era tanto dinero si lo juntaban entre varios,
terminaban pagando la prueba.
Tras hacerlo, el hombre más joven le hacía una
señal al mayor y pedía silencio.
Minutos después, el hombre mayor estaba tendido en
el piso.
Muerto.
-Pueden pasar a comprobarlo –decía el joven-, de a uno
eso sí… e intenten reconocer algún signo vital…
Comenzaban entonces a acercarse al hombre distintas
personas que no podían convencerse de lo que estaban viendo.
Lo intentaban mover, le daban pequeñas bofetadas,
le gritaban de improviso junto al oído, hacían el truco del espejo para captar
el aliento, le abrían los párpados… todo sin éxito alguno.
De hecho, ya cuando la gente comenzaba a asustarse
realmente, pues habían sido testigos –y quién sabe si hasta culpables- de la
muerte de aquel hombre, llegaba el momento para que el joven propusiera la
segunda parte del show.
-Es cierto –decía, ante la consternación de los
otros-, ya está muerto, pero si pagan otros cinco mil, podrán ver cómo
resucita, recupera su color poco a poco y vuelve a estar entre nosotros…
Y claro, si bien costaba un poco más reunir este
dinero (por lo general venía de una sola persona que realmente se había
preocupado por lo ocurrido), podría decirse que el importe lograba su cometido,
puesto que apenas era avisado el hombre muerto de que ya estaba reunido, este
habría los ojos y se ponía de pie de inmediato.
Y claro, las reacciones eran siempre las mismas…
Así, tras resucitar, el hombre era llenado de
improperios… como si al volver a estar vivo se comprobara una estafa… y la
gente volviese a su primera incredulidad... cuestión bastante absurda, si se
piensa.
Así que bueno… en resumen, ese era el espectáculo
callejero que presentaban.
En lo personal, me tocó verlo unas tres o cuatro veces.
Nunca di dinero, es cierto, pero debo confesar que
en una oportunidad fui a comprobar si estaba realmente muerto.
Y por supuesto, puedo dar fe de que lo estaba
absolutamente.
Ciertos comentarios y leyendas dicen que durante su última presentación, no se
alcanzó a reunir el dinero para la resurrección y que luego de eso el joven y
el cadáver desaparecieron.
Nadie, sin embargo, me ha confirmado esta versión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario