I.
-La última chica con la que salí era muy sofisticada –me dijo.
-En esa época lo eran –dije yo.
-No hueón, si fue hace unas semanas no más…
-¿Unas trescientas…?
-No te cuento ni una hueá, mejor.
-No contís entonces…
II.
-¿Ya no sales con la sofisticada?
-¿Qué…?
-Tú me dijiste algo el otro día… de una chica sofisticada con la que
salías…
-¿Yo te dije eso?
-Sí po, si tú me contaste.
-No me acuerdo…
-¿Estai seguro… si fue hace unos días no más?
-Puta…. Disculpa…
-¿De verdad se te olvidó? ¿No me estai hueveando?
-¿Quién? ¿Yo?
-Sí, po… tú.
-Sí.
-…
III.
-Lo que te iba a contar el otro día de la mujer
sofisticada…
-¿Qué mujer?
-La sofisticada, hueón… si te acordai de más…
-Bueno, cuenta…
-El punto es que fuimos juntos el otro día a un
restaurant… Uno bien grande, de esos con varios tenedores y cosas así…
-Ya.
-Entonces pedimos langosta… O sea, era un plato con
un nombre francés bastante extraño, pero ella me explicó que era langosta…
-Ya.
-Y bueno, entonces entró un mozo con un carro donde
tenía un acuario con varias langostas, y nosotros debíamos elegir una, como en
las películas…
-Ok.
-Resumen: ella eligió una y no sé por qué razón nos
llevaron a una mesa especial, en otro costado, cerca de la cocina…
-¿No eras muy sofisticado?
-No… o sea, ni sé… pero el punto es que nos sentamos
ahí y al rato se escucharon unos ruidos extraños, desde la cocina…
-¿Y?
-Adivina.
-¿Tenían encendida una máquina de hacer ruidos?
-No –me contestó-. Era el sonido de la langosta en
la olla… y te llevaban ahí para escuchar cómo el animal trata de salir… y así
te aseguran el tipo de cocción…
-¿Ella te lo explicó?
-Sí, ella…
-¿Y…? ¿Qué pasó entonces?
-No sé bien… supongo que me molestó eso,
internamente…
-¿Internamente?
-Sí –recalcó-. Internamente.
Y bueno… yo lo iba a huevear, pero no pude
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