Hace algún tiempo, dando vueltas por ferias, persas
y lugares de esa índole di con un disfraz bastante extraño, de una especia de
bicho similar a un escarabajo.
Estaba entre un montón de ropa que también parecían
ser disfraces, o que se vendían, al menos, bajo esa clasificación.
No era checo, es cierto, pero en la etiqueta se
leía SAMSA, por lo que no dudé ni por un instante sobre la naturaleza de
aquella prenda.
Estuve tentado de ponérmelo, a escondidas, pero lo
consideré demasiado patético, así que simplemente lo guardé en una bolsa en una
pequeña bodega.
Luego que lo guardé, extrañamente, olvidé por
completo que lo tenía ahí, hasta que hace unos días un ex compañero de U me
pidió ayuda ya que debía ir con un disfraz a una especie de fiesta ñoña, donde
solo se admitían disfraces conceptuales y algunas excepciones “convencionales”,
al nivel del escarabajo.
Según me cuenta, ir de Gregorio fue todo un éxito,
pues hasta consiguió algún acercamiento con una chica que fue de final abierto y otra que andaba de libro de autoayuda.
Me lo contó al otro día, por cierto, todavía con el
disfraz puesto y algo de resaca, mientras me pedía que le regalase o le vendiese
el traje.
Yo le dije que se lo ganara.
Y claro, él se lo tomó a la ligera así que se puso el
disfraz y se metió a la pequeña bodega, donde debía dormir una siesta, con el
disfraz puesto.
Han pasado cerca de 48 horas desde entonces y los
golpes, en la bodega, aún se siguen escuchando, cada cierto tiempo.
También algunos gritos, por cierto.
Parece que se está cabreando en serio, lo admito, pero
no creo que corra grandes riesgos.
De hecho, creo recordar que le dejé leche y un par
de manzanas.
Lo chistoso es que escrito acá, hasta parece
mentira.
Pero claro, también es cierto que en este mismo instante, vuelven a sonar
los golpes.
Grita diciendo que mañana debe ir a trabajar.
No sé por qué se desespera tanto, si ni siquiera le gusta su trabajo.
El disfraz, por cierto, ya es prácticamente suyo.
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