Llego a Evan Harris Walker por un escrito de
Wingarden.
Lo malo es que todo lo que encuentro está en inglés
y no soy bueno en idiomas.
Con todo, intento avanzar en una traducción donde el
centro es la conciencia de cada una de las partículas del universo, y además se
agrega una supuesta demostración matemática.
La traducción, por lo demás, me resulta inconexa,
pero subyace en ella una propuesta que bien puede valer la cursilería de
llamarla “hermosa”.
Y es que en los escritos de Evan Harris Walker
parece no distinguirse la idea de un sujeto diferenciado de aquello que lo
rodea.
Me refiero a que hay un nosotros permanente en sus
intentos por explicar una especie de animismo presente en todo lo que forma
parte de la realidad.
De esta forma, si bien lo que se propone dice
relación con las implicaciones de la mecánica cuántica en la percepción de la
realidad, se llega a un punto en el cual estamos a un paso de una comprensión total, donde se incluye hasta
la idea de Dios, y donde todo parece poseer un sentido único.
Total y único.
No se trata solo de un fluir –o al menos esa es la
impresión que me deja-, sino más bien de una conexión vital entre las
partículas del universo, donde la división entre partículas vivas y partículas
muertas, resulta intrascendente y fruto de un engaño.
Pero claro, apenas se trata de intuiciones y
sensaciones y líneas de una mala traducción y un breve comentario de Wingarden.
Así y todo, la comprensión de Evan Harris Walker,
es sin duda una forma más plena de adquirir calor
en el mundo.
Yo, en cambio, enciendo una pequeña fogata en la
montaña, antes de seguir a tientas esa traducción.
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