Atrás, cerca de la sala que usaban como biblioteca
había un árbol. Estaba al fondo del colegio, en un lugar alejado al que
prácticamente no iba nadie, pues los recreos eran breves y el sector, si soy
sincero, tampoco era la gran cosa. Por más que tuviese un árbol.
Quien sí iba era un niño de los cursos más pequeños.
Un chico que daba bastantes problemas y que solía golpear a otros compañeros, arrojar
cosas al suelo y escupir profesores, entre otras reacciones similares.
Yo tenía que estar unas horas en la biblioteca, en
la semana, y desde ahí podía ver al niño llegar y subirse al árbol,
generalmente antes que tuviesen que regresar a la sala. Por lo general se
acercaba caminando por el borde de una pared, fijándose en que nadie lo estuviera
vigilando. Luego, con grandes esfuerzos (era un niño pequeño, después de todo),
se subía al árbol, quedándose muy quieto, hasta que los otros comenzaban su búsqueda
y desesperaban un poco.
Es extraño, pero nunca descubrieron que se trepaba
al árbol, pues el niño conseguía bajar y correr hacia algún sitio donde lo
encontraban luego, como si siempre hubiese estado allí.
En lo personal, si bien hablé con el niño en otros
lugares y hasta logré que no me golpeara ni escupiera, lo cierto es que nunca
me acerqué cuando él estaba en el árbol.
No sé si hice bien o hice mal con eso, pero de
cierta forma sentí que debía hacerlo así, y respetar su espacio.
De todas formas, como dejé de trabajar en ese
colegio al año siguiente, no sé qué habrá pasado finalmente con ese niño.
El árbol, por lo demás, ya habían comenzado a
arrancarlo, un par de días antes que yo renunciara.
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