Ella siempre sale con un paraguas en su cartera.
No importa si está despejado y toda posibilidad ha
sido descartada por completo.
Ella igualmente guarda su paraguas y va a la calle.
Además su paraguas es pequeño y ocupa poco espacio.
Parece invisible incluso, entre las cosas, y nadie
podría adivinar que lo lleva a todos lados.
Cuando se encuentra con gente, sin embargo, a ella le
gusta comentar que lleva el paraguas.
¿A que no
adivinas qué llevo en el bolso?, pregunta.
Entonces hacen apuestas y ella siempre gana.
Y es que le gusta estar preparada, comenta, mientras
vacía la cartera.
Descubrimos entonces que en ella, además, lleva
otros objetos a modo de precaución.
Pastillas, fósforos, barras energéticas, una navaja
suiza, sopas en sobre y hasta un test de embarazo.
Ella muestra todo con alegría y por lo general
todos lo toman a broma y no le dan mayor importancia.
Hace unos días, sin embargo, durante una tarde en que
llovió inesperadamente, me acerco hasta ella para comentarle que por fin le
servirá el paraguas.
¿Qué
paraguas?, me dice, despistada.
Yo le recuerdo entonces que lleva siempre uno en la
cartera.
Es cierto,
comenta, mientras mira la lluvia. Lo
había olvidado.
Pasa un momento entonces, en el que ella parece
decidir algo.
De todas
formas me gusta la lluvia, dice finalmente, poco antes de salir.
La veo alejarse así, por la calle, bajo el agua.
Sobre una mesa, me fijo, dejó olvidada la cartera.
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