Me envían un dedo meñique y una cifra.
El dedo tiene la uña pintada color rosa y la cifra
está formada por siete dígitos.
Horas después recibo un celular, aparentemente
nuevo.
Pongo las tres cosas sobre la mesa y comienzo a
pensar.
Podría concluir que la cifra es un número al que
hay que llamar y que el meñique me sirve para marcar en el teléfono.
Pero claro, la cifra tiene el signo $ adelante y marcar
con ese dedo no debe ser del todo cómodo.
Me tomo una cerveza para pensar mejor.
Luego otra, para potenciar el efecto.
En eso suena el celular.
No me gusta hablar por teléfono así que no
contesto.
Sin embargo vuelven a llamar y ya en el tercer
intento, me decido.
-Queremos que lleve el dinero al lugar que le
diremos –me dicen-. No sea estúpido. No hable con la policía. Si lo hace como
le decimos la recuperará, sin problemas.
-¿La recuperaré…? –pregunté.
-Sí. Una vez entregue el dinero la recuperará.
-¿A quién recuperaré? –insisto.
-Usted sabe –agregan-. Todos quieren recuperar algo.
En este caso la dueña del meñique.
Entonces me dicen el lugar para que lleve el
dinero, mientras yo le doy vueltas al asunto.
-Lo queremos en billetes chicos –señalan.
-¿Como los del Monopoly? –pregunté.
-No sea hueón… -agregan-. Lleve el dinero en una mochila
y la deja donde le dijimos… ¿Entendió?
-De entender sí… pero lo que pasa es que no tengo –digo.
-¿No tiene mochila?
-No es eso.
-¿Dinero?
-Pues no tengo, pero no me refería a eso.
-¿Está jugando con nosotros?
-No… solo me refería a que no tengo nada que quiera
recuperar…
-Claro, si lo tuviera no podría recuperarlo… -me
dice.
-Pero tampoco no lo tengo… no hay nada que ya no
tenga que quiera recuperar…
-Pues se va arrepentir, señor Bian… sepa usted que…
-Espero, ¿dijo Bian? –lo interrumpí.
-Claro. Fuerte y claro. Con voz de macho.
-Parece que se equivocó entonces… Yo soy Vian, no
Bian… Creo que me confunde usted…
-¿Está seguro?
-Eh… sí… Hasta donde sé estoy seguro.
Entonces quién me habla se queda en silencio y me
llegan murmullos de una discusión, desde el otro lado.
-Entonces necesitamos que nos devuelva el meñique y
el celular, señor Vian –me dicen-. En el mismo lugar que le habíamos señalado.
-Lo hago, pero si me pagan el taxi –digo yo.
-Uber –dicen ellos.
-De acuerdo –conluyo-. Puedo salir en veinte
minutos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario