“El alma no crece más”
P. P. P.
I.
Cerca de mi ventana
se posan unas lagartijas a tomar el sol.
Dos lagartijas.
Una de ellas, mientras escribo, se da cuenta que la
observo.
Queda atenta, mucho más nerviosa que la otra, que
descansa al sol dándole la espalda.
Y es que de alguna forma sabe, mientras la observo,
que el vidrio que nos separa, la protege.
De hecho, tras un rato, se acerca a la ventana,
desafiante.
Luego de esto, como dejando hecha una advertencia,
se voltea igual que la otra y se dispone a tomar el sol.
II.
Tomar el sol.
No había pensado en esa frase.
Y desde ella, en la forma en que tomamos las cosas,
sin tomarlas.
Recibirlas, más que tomarlas.
¡Tantas cosas en las que uno no ha pensado…!
III.
Sigo escribiendo mientras las lagartijas toman el
sol.
Escucho música y escribo, para ser exacto.
Pero entonces, de improviso, la lagartija que antes
no me había visto, me descubre.
Así, sorprendida, se arranca del lugar
desprendiéndose de su cola.
La otra lagartija, segundos después, también la
sigue, aunque más calma.
Yo, en tanto, observo lo que sucede y lo escribo.
La cola abandonada queda moviéndose, casi viva, a
un lado del vidrio.
Estas palabras quedan, abandonadas también, del
otro lado.
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