-Una vez vi a un hombre muerto en el metro.
-¿En el metro?
-Sí. El hombre iba sentado. Aparentemente dormido,
pero yo me di cuenta que iba muerto.
-¿Y cómo…?
-Mirando.
-¿Mirando?
-Sí. Me fijé que se tambaleaba más de la cuenta,
cuando se movía el vagón. Tenía la boca abierta. No respiraba. Los ojos, incluso,
no los tenía totalmente cerrados.
-¿Alguien más se dio cuenta?
-No creo. Yo iba de pie, en diagonal a él. Él
estaba sentado, contra una ventana. Después de un rato la cabeza se le fue
hacia el lado y chocó con el vidrio. Nadie lo miró. Deben haber pensado que
estaba dormido, nada más.
-¿Y qué hiciste?
-¿Qué hice sobre qué…?
-Sobre el muerto.
-No podía hacer nada. Se notaba que estaba muerto.
O sea, no lo vi cuando estaba muriendo. Lo vi muerto.
-Me refiero a avisar… ¿Le contaste a algún guardia
o algo así?
-No. Pensé que se iban a dar cuenta igual. Mejor
que fuese al final del viaje, así nadie se impacta ni se atrasa la frecuencia…
-¿Y tú…?
-Yo me bajé donde siempre, dos estaciones antes de
la estación terminal. Todavía quedaba harta gente en el metro.
-¿No sabes qué pasó después?
-¿Con el muerto?
-Sí… ¿se habrá dado cuenta alguien más…?
-Al parecer, no. Recuerdo que salió algo breve por
las noticias, esa noche… Dijeron que nadie se dio cuenta hasta que lo fue a
despertar un guardia…
-¿No dijeron nada más…? ¿Quién era…? ¿De qué murió…?
-No que yo recuerde. Fue una nota breve, nada más. Un
hombre muerto en el metro. Supongo que no daba para más.
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