Un caballo quería ser hombre para poder andar a
caballo.
No para golpear al caballo, por supuesto, sino para
conocer, en parte, su propio peso.
Y es que conocer el peso, es tal vez la forma más
cercana de conocer, para el caballo.
Resulta extraño de explicar pues si se piensa, si
el caballo se hubiese vuelto hombre y el hombre se hubiese subido al caballo, el
caballo ya habría dejado de ser caballo, y sería entonces incapaz de conocer su
propio peso.
Pero claro, esas son lógicas de hombre y no de
caballo, e intentar explicárselo al caballo es tarea más ardua de lo que puede
parecer en primera instancia.
Yo intenté explicárselo, de hecho, y fue entonces
que comprendí que para el caballo era imposible entender que para pasar a ser
otra cosa –o pasar a ser otro ser, en este caso-, era necesario dejar de ser
quién se era, en un inicio.
Hice un esquema para explicárselo, dibujando con
una vara, sobre el suelo, y mientras él se ofuscaba y creía que mi negativa se
debía a una falta de voluntad, fue que comprendí su incomprensión.
Entonces
tampoco sabes lo que es la muerte, dije entonces, mientras comenzaba a
acariciarlo.
Él no contestó.
Dejamos pasar un poco el tiempo, de esta forma,
hasta que el caballo se calmó.
Luego, sentí los pasos de los hombres, que se
acercaban, y tuve que irme del lugar.
Comenzaba a amanecer, de alguna forma.
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