Conozco una mujer que cría pavos reales.
Tiene una parcela lo suficientemente grande como
para mantener doscientos o trescientos de ellos.
Por lo general vende ejemplares adultos, tanto para
gente de dentro como de fuera del país.
Según me explica es una gran inversión ya que ha
debido contratar algunos trabajadores y hasta se ha asociado con un
veterinario, quien va dos o tres veces por semana a aquel lugar.
Durante todo un día me estuvo contando sobre su
empresa, ya que me paga por escribir algunas breves secciones para su página
web.
Ya casi al final, mientras tomábamos once, me
explicó que cerca de un quince por ciento de los pavos reales, nunca despliegan
sus plumas.
No importa
cómo los críes o el espacio que les des, me dice. Simplemente no muestran sus plumas.
Con todo, no son grandes pérdidas, pues tras
matarlos puedes quitarles las plumas y venderlas directamente, aunque al
parecer esto no da tanto dinero.
La carne, por otro lado, no necesariamente es de
las mejores, pero puede venderse de todas formas, aunque los permisos
sanitarios son más engorrosos por lo que suele repartirla entre los trabajadores,
nada más.
Es un buen negocio, me dice a modo de conclusión.
Yo no emito comentario alguno.
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