I.
Están creciendo plantas en un lugar donde no arrojé semillas.
Da para metáfora, pero el asunto ocurrió tal cual.
La lluvia regó las tierras y de pronto había brotes.
Yo no les pedí y salieron.
Yo no los cuidé.
Yo no arrojé semillas.
Están creciendo y yo dejé de hacerlo.
Y esa es, en parte, toda la verdad.
II.
La planta más crecida dio unas flores blancas.
Yo no la regué, pero ellas brotaron igual.
Luego las flores dieron lugar a un fruto.
Uno pequeño, es cierto, pero fruto al fin y al cabo.
Pensé en probarlo, pero luego consideré que no me pertenecía.
Mientras me decidía, unos pájaros se lo comieron por mí.
No sé si volverá a brotar.
III.
Demoré dos meses en regarlas.
Hasta que un día lo hice, sin siquiera pensar.
Y es que me había propuesto no preocuparme de ellas.
Quería ver si podían crecer así.
Si podían arreglárselas solas.
Y la verdad, en todo caso, es que podían de lo más bien.
IV.
Ahora, no sé bien por qué las cuido.
Y es que no las planté y además sé que no me necesitan.
Brotaron porque sí.
Brotaron sin semillas.
Sé eso, pero igual las riego.
Están creciendo y yo dejé de hacerlo.
Y estoy convencido que eso es, en parte, toda la verdad.
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