El refrigerador de casa de M. puede hacer nieve.
Incluso lo promocionan así, aunque nadie diga para
qué sirve justamente aquella gracia.
La madre de M. lo compró en varias cuotas y ahora
está en casa.
El refrigerador, por cierto, es el que está en casa.
La madre de M. trabaja todo el día y M. queda solo,
con el refrigerador.
Tiene una sección en la parte delantera, por donde
puede salir nieve.
También pueden salir cubos de hielo, pero a M. le
interesa la nieve.
Lo malo es que entrega poca.
Hay que llenarlo de agua y se demora bastante en
entregarte apenas un vaso.
Y no se puede hacer un muñeco de nieve con un vaso
de nieve.
No suena posible, al menos.
A pesar de eso, M. consigue reunir un par de vasos
y comenzó a modelar algún muñeco.
Uno pequeño, por supuesto, sobre el mesón de la
cocina.
No quedó muy bien, pero al menos se nota qué es lo
que es.
Eso piensa M. mientras lo mira y desea ser pequeño.
Pequeño para poder igualar en tamaño a aquel muñeco
y jugar en grande, con la nieve.
O mejor aún, no ser pequeño, pero que el refrigerador
fuese gigante y él pudiese llenar la casa, entonces, con aquella nieve.
Mientras se derrite su muñeco, piensa en eso.
Luego tendrá que secar con un paño, el mesón, antes
que llegue su madre.
No le confesará que intentó hacer un muñeco, por
supuesto.
Esa es otra de las cosas, por cierto, que M. nunca
confesará a su madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario