I.
El profesor fue con sus alumnos a acampar.
Cerca de un lago, en un recinto cerrado, sin
riesgos.
Él y sus treinta y seis alumnos.
Preparaban la comida entre todos y trataban de
hacer grupos.
Como eran alumnos de diez u once años no parecía
haber riesgo de alcohol u otros excesos.
Además solo pasarían una noche y luego irían de
vuelta con sus padres.
Dos días enteros y una noche.
Y claro, lo que me interesa contarles pasa
justamente en esa noche.
II.
Todo ocurrió según lo planeado.
El viaje.
Armar las carpas.
Los primeros juegos.
La cena.
Luego de esto el profesor hizo una fogata.
Esa noche había luna llena así que todo estaba relativamente
iluminado.
Fue entonces, luego de entonar un par de canciones,
que sacó los treinta y seis moluscos.
Estaban vivos, en sus conchas, la mayoría de ellos
totalmente cerrados.
-Vengan por
su molusco –le dijo a los niños-. Cada
uno de ustedes. Son treinta seis moluscos. Nadie puede negarse.
III.
Los niños recibieron su molusco.
Unos con asco, otros con miedo y algunos con simple
indiferencia.
Luego el profesor puso una parrilla sobre la
fogata.
Y le pidió a los niños que le acercaran unas
piedras grandes, para darle cierta altura.
Quiero que
miren bien al molusco.
Cada molusco
tiene el nombre de ustedes.
Pueden
hablarle si quieren.
Pueden
contarle de la vida y luego despedirse.
Por último,
van a ponerlo sobre la parrilla y vamos a observar cómo mueren.
-¿Va a haber
prueba de esto? –preguntó uno de los niños.
El profesor no respondió.
IV.
Algunos moluscos se abrieron de inmediato.
La mayoría botó líquidos y algunos hasta metieron
ruido.
El profesor vigiló que cada niño mirase su molusco.
Una niña lloró y dos chicos rieron, mientras
sucedía.
A varios el humo se les metió en los ojos y no los
dejaba mirar bien.
Una hora después el profesor hizo que cada niño
tomase el suyo con cuidado.
-Están
muertos –dijo el profesor.
No tienen que
comerlos si no quieren, pero no pueden botarlos.
Cada uno lo
observará y verá que de cierta forma se parece a ustedes.
Muerto y todo
se parece a ustedes.
A algo muerto
que hay en todos ustedes.
Ahora pueden
ir a acostarse.
Con su
molusco.
Esta noche
van a dormir al lado de un muerto.
O con un
muerto en su interior.
Van a dormir
al lado de un muerto que tiene su mismo nombre.
Pueden ir a
acostarse.
V.
En las carpas los niños estaban de a dos.
El profesor había escogido las parejas con cuidado.
Buscó que se tratase de alumnos distantes entre sí.
Treinta y seis niños.
Dieciocho carpas.
Treinta y seis moluscos.
Él los observó acostarse.
La niña que lloraba no hacía un gran escándalo.
Mañana, lo
quieran o no, se dijo el profesor, nada
volverá a ser como antes.
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