-Anoche sentí golpes en la ventana. Un par. Como si
llamasen a una puerta y golpeasen con
los nudillos. Luego sentí también golpes en la puerta.
-¿Fuiste a ver?
-No. Tuve miedo, en realidad. La ventana que
golpearon está en un segundo piso. La puerta que golpearon permanece abierta.
Sin seguros, me refiero. Fueron dos
golpes. Siempre dos. Tres veces dos, según recuerdo. Tal vez era más un aviso
que un llamado.
-Sí… A mí también me pasaba antes.
-¿Lo de los golpes?
-Sí. O sea… no, no sé. Lo de estar a medio dormir,
al menos. Lo de sentir ruidos, en la noche. Creo que también escuché alguna vez
los dos golpes.
-¿Y?
-Nada. Nunca pasó nada. No tienes de qué
preocuparte, supongo.
-Sí tengo. Me preocupo de los golpes.
-No me refiero a eso. Pero son cosas que pasan,
supongo… No dormir… Escuchar cosas… Luego dejas de preocuparte y ya está.
-¿Y ya está qué?
-Pues no sé bien cómo decirlo… Supongo que los
sueños vuelven a su sitio.
-¿Qué quiere
decir eso?
-Que duermes otra vez. Que estás tranquilo. Que hay
explicaciones normales al otro lado de la puerta.
-¿Te pasó eso a ti?
-Claro… Ahora, por ejemplo, duermo siempre de un
tirón... Antes no me pasaba.
-¿Y eso es bueno?
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