Dos personas.
Una calle.
Una pausa frente a un kiosco.
-Yo puedo hacer que le dé hipo.
-Perdón, ¿qué me dijo?
-Dije que yo puedo hacer que le dé hipo.
-¿Es una broma o algo así?
-No.
-¿Quiere dinero?
-No.
-¿Y entonces?
-No quiero nada. Solo quiero que usted sepa que yo
puedo hacer que le dé hipo.
-Usted está loco.
-No. O no importa. Pero es verdad lo del hipo.
-Pues entonces hágalo y listo.
-¿Y para qué lo haría?
-Pues no sé… usted empezó con esto…
-Yo solo le dije que podía hacer…
-¡Ya sé lo que dijo…! Haga que me dé hipo, para
creerle y entonces se va.
-Esa no es forma de creer.
-¿Cómo?
-Usted quiere pruebas para creer. Eso no es creer.
Eso es saber. Además igual lo negaría.
-¿Y cómo podría negarlo, si me diera?
-Pues no sé. La gente se arregla. Luego dicen que
de tanto conversar los puse nerviosos y les vino el hipo. Lo cuentan como una
anécdota. La verdad la cuentan como una anécdota. Esa no es forma de creer.
-¿Y entonces?
-Entonces nada. Puedo hacer que le dé el hipo y eso
es todo.
-¡Espere…! ¿Se va así…?
-Claro... ¿Qué más quiere?
-Pues no sé… ¿el hipo?
-Eso no es lo que quiere. No sea insensato.
-Pero…
-Hasta luego. Que tenga un buen día.
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