I.
Soñé que el mundo se volví challa.
Pequeñitos círculos dispersos por doquier ocupaban
el lugar que había ocupado el mundo.
No eran de colores.
No había algarabía.
El mundo se había vuelto challa, simplemente.
Y yo no estaba en condiciones para celebrarlo.
II.
No era de papel el mundo, pero se había vuelto
challa.
Por lo mismo, dichas challas eran de los más
diversos materiales.
Challas de tierra, challas de cemento…
Hasta de carne, había challas.
Estas últimas, si las mirabas atento, parecían
palpitar, incluso.
Y podías quedarte largo tiempo mirándolas en la
palma de tus manos.
III.
No es que hubiese algo para barrer, pero tuve la
esperanza en un momento, que el mundo estuviese casi intacto, debajo de las
challas.
Por esto, comencé a tratar de moverlas, con mis
brazos.
Cabe y removí por días, en el sueño, pero todo era
challa.
Más compactas a medida que avanzabas, pero seguían
siendo challas.
Fui insensato y seguí, hasta que quedé exhausto, en
mi propio sueño.
IV.
De cierta forma es justo, concluí, durante el
sueño.
Cárcel y catedral, montaña y cueva…
Todo es challa.
Tal vez ocurre que me ha sido dado ver el fin del
mundo, y no lo sé.
O tal vez ocurre que es el corazón del mundo.
El corazón de cada cosa y ser del mundo me refiero.
De cierta forma es justo, concluí, y cerré los
ojos.
Desperté.
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