Vinieron de la municipalidad a cortar el árbol. Había
reclamos porque sus raíces rompieron la vereda y al parecer se habían extendido
peligrosamente por debajo de un par de casas. Una persona pasó por las casas de
la calle explicando brevemente el asunto y pidieron firmas. Todos firmaron, por
supuesto. Algunas incluso comentaron que se habían tropezado en el lugar, que
era peligroso para los niños y que debieran analizar lo que sucederá pronto con
los otros árboles. La persona tomó nota de todo aquello y poco después
comenzaron a quitar el árbol. Bloquearon la calle para impedir el tránsito y comenzaron
a cortarlo, por partes. Estuvieron en total poco más de siete horas. Luego
llegaron dos pequeños camiones para retirar los escombros. Cuando se fueron, algunos
vecinos se percataron que cortaron el árbol, pero no hicieron nada con las
raíces. La vereda siguió rota y levantada y las raíces bajo las casas seguirían
creciendo. En resumen, el árbol fue cortado desde los cuarenta centímetros de
altura, sobre el suelo. Por lo mismo, algunos vecinos llamaron para preguntar
qué ocurriría con el resto del árbol. Tras varias llamadas y un par de entrevistas
les dijeron que el trabajo estaba hecho. Incluso vino un supervisor a ver lo
ocurrido y anotó que todo había sido realizado correctamente, según los
estándares. Tal vez puedan tapar lo que queda para que no le llegue sol… y
no se les ocurra regarlo, improvisó el supervisor. Resignados, los vecinos
hicieron eso. Cubrieron lo que quedaba del árbol con bolsas negras de basura y
taparon la tierra que lo rodeaba con arena y piedras. Por las noches, sin
embargo, hay un niño que lo riega con una botella, secretamente.
También, le ha hecho pequeños hoyos a las bolsas negras, para que se filtre un
poquito de sol, al menos. Todo es un poco absurdo, por cierto, pero no molesta.
Cada cuál sigue con lo suyo, a fin de cuentas, y eso se supone que está bien.
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