Lo perdonó sin pensarlo, realmente. Sin darse
cuenta que lo hacía. Porque tenía la suerte de no pensar demasiado las cosas y
tal vez, también, porque era buena.
Fue ella misma quien descubrió lo del engaño. Ya lo
había notado un poco extraño y un día, por pura casualidad, lo vio entrar junto
a la otra mujer a un edificio de departamentos. Se sorprendió, por supuesto,
pero no le dolió en lo más mínimo, como pensó que le pasaría si un día ocurría
aquello.
Tras enterarse, dejó pasar unos días y se centró
mayormente en los niños. Luego, una mañana, justo antes que él se fuera al
trabajo se lo dijo directamente. Sé que me engañas, le dijo. Él la miro y
se dio cuenta que no valía la pena negarlo. Ella seguía haciendo lo de siempre
mientras le dijo esas palabras. Preparó el desayuno y luego ayudó a los niños a
prepararse para ir al colegio. No hablaron más sobre aquello esa mañana. Luego,
él le envío mensajes por whatsapp en los que hablaba de un error estúpido, de
no querer hacerlo daño, y le preguntaba a ella qué quería que hiciese.
Hubiese querido que no me engañaras,
escribió ella. Pero ya lo hiciste.
Esa tarde él llegó con una actitud distinta y con
regalos para los niños. El fin de semana salieron todos juntos a la playa y él se
comportaba de forma atenta y preocupada. Solo una noche hablaron del asunto,
pero en realidad fue él quien sacó el tema y ella le dijo que no quería saber
nada. Que ya sabía lo que tenía que saber. A él, en tanto, le preocupaba saber
cómo ella se había enterado así que se lo preguntó y ella se lo dijo. Solo lo
hablaron una noche y fue breve. Él intentó acercarse esa noche, pero ella lo
rechazo, sutilmente, y él no insistió.
Una semana después tuvieron sexo nuevamente. Él
actuaba distinto, menos impulsivo, tratando de ser amable, con ella. Luego la
abrazó y se quedó junto a ella, y le preguntó si lo había perdonado.
Fue entonces que, mientras ella pensaba en otra
cosa, le dijo que sí. Que ya lo había perdonado. Que sin darse cuenta lo había
hecho. Porque nunca pensaba mucho tiempo en lo mismo y además no sabía para qué.
-Yo creo que me perdonaste porque eres buena -le
dijo él, finalmente.
-No soy buena -dijo ella. Y se dirigió al cuarto de
los niños.
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