I.
Su padre le hizo prometer que leería Al este del
Edén, una vez cada año. Ya muchas veces le había hablado de aquel libro,
pero no fue hasta que la enfermedad se hizo irreversible que se lo había planteado
de esa forma, casi como una obligación. Finalmente, el padre murió en Octubre,
y a mediados de diciembre, aproximadamente, él comenzó a leer el libro. Lo
terminó en la mañana del día 31, justo al final del plazo. Cumplió de esa forma
la promesa -al menos ese primer año-, pero lo cierto es que mientras lo leía
pensaba en su padre y recordaba algunas situaciones, por lo que no logró
retener nada de la historia, ni mucho menos, algo más.
II.
Se dijo que el otro año lo leería de verdad,
poniéndole más atención, tratando de no hacerlo por cumplir simplemente. Se llevó
a su casa incluso un sillón que había sido de su padre con la intención de leer
sentado en él. Lo intentó varias veces, pero lo cierto es que no lograba
hacerlo muchos días seguidos, por lo que debía una y otra vez reiniciar la lectura.
Ya en diciembre, optó por leerlo a la rápida, nuevamente, nuevamente por
cumplir.
III.
No leyó por completo el libro durante el tercer y
cuarto año. El quinto se casó por segunda vez -nunca pensó que volvería a
hacerlo- y ni siquiera lo inició. El sexto año compró una edición nueva, que había
visto por casualidad en una librería. Lo anduvo cargando de un lado a otro,
pero lo cierto es que nunca avanzó lo suficiente. Su esposa le preguntó por el
libro varias veces, pero él no le dijo nada de la petición de su padre y solo
comento que alguien se lo había recomendado. Tampoco terminó de leerlo ese año
ni tampoco el séptimo y el octavo. El noveno se separó de su segunda esposa
luego que él se negara a tener hijos, diciendo que era demasiado mayor para ser
padre.
IV.
Cuando cumplió los cincuenta y cuatro ya habían
pasado veinte años desde la muerte de su padre. Dejó su trabajo ese año y decidió
quedarse unos meses en una cabaña que arrendó por muy poco dinero, en una
montaña. Tenía unos pequeños ahorros y pensó que podía darse un año sabático, o
al menos unos meses. Finalmente, el periodo se alargó por casi dos años. Casi
no tuvo contacto con nadie en ese tiempo. Descubrió, en cambio, que le gustaba
caminar largas distancias por la montaña. Un día, durante una de esas
caminatas, descubrió un lugar que le pareció muy agradable, cerca de un arroyo.
Fue en ese lugar que leyó verdaderamente Al este del Edén, el año veintiuno
luego de la muerte de su padre. Lloró un poquito cuando lo hizo. Él tenía cincuenta
y cinco años, estaba solo, y debía volver a trabajar. El mundo, pensó
entonces, podía ser perfecto. Y respiró hondo, antes e bajar de la
montaña.
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