I.
Supongamos que ocurrió en otoño.
Y que ella barría las hojas caídas, fuera de su
casa.
Y que mientras barre sopla un viento fuerte y caen de
pronto más hojas.
Y que ella se detiene, entonces, a observar lo que
sucede.
II.
Supongamos que ocurrió en invierno.
Y que la lluvia caída a dejado pozas, sobre la
cerámica del patio.
Y que mientras ella limpia todo aquello, comienza a
llover nuevamente.
Y que ella se detiene, entonces, a observar lo que
sucede.
III.
Supongamos que ocurrió en primavera.
Y que el florecimiento de algunos árboles le
provoca una fuerte alergia.
Y que decide seguir un tratamiento y usar
mascarillas, pero todo sigue igual.
Y que ella se detiene, entonces, a observar lo que
sucede.
IV.
Supongamos que ocurrió en verano.
Y que el sol quema las flores que ella ha plantado
en el jardín.
Y que ella hace lo posible por evitarlo, pero las
flores se dañan igualmente.
Y que ella se detiene, entonces, a observar lo que
sucede.
V.
O supongamos mejor que nunca ocurrió.
Y que ella no barrió, no limpió, no tuvo alergias y
no se quemaron sus flores.
Y que observó caer las hojas y la lluvia y no se
preocupó más que de observar lo que ocurría.
Y que ella se detuvo, entonces, a observar lo que
pudo suceder.
Y que lloró un poquito, tal vez, porque la vida es
rara.
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