Fuimos a ver a M. porque lo dieron de alta del
hospital. Estuvo internado por poco más de dos meses. Se veía más repuesto,
aunque todavía no puede caminar bien y deben atenderlo casi en todo momento. Según
los médicos, se supone que no tendrá secuelas y estará caminando prontamente y
hasta debiese volver a trabajar, cuando comience marzo. Por eso me extraña
verlo comportarse tan extraño, y exigir ahora, por ejemplo, que armemos nuevamente
el árbol de navidad, ya que no habría podido celebrarla en la fecha correcta.
-Es Febrero -le decimos-. Y nunca antes has
celebrado navidad.
-Quiero que pongan hartas luces, en el árbol
-continúa M., sin escucharnos-. Quiero verlas encendidas en el día… Ver luces
encendidas en el día…
Para no hacerlo pasar un mal rato evitamos discutir
y le armamos el árbol. Incluso le pusimos las luces y se las encendimos.
-Igual se ven las luces -dijo M., algo
decepcionado-. ¿Pueden poner el árbol en el patio, bajo el sol… y volver a
encenderlas…?
Dudamos un poco, pero terminamos haciéndolo.
Sacamos varios alargadores y logramos poner el árbol justo al medio del patio,
bajo el sol. Mientras lo hacía pensaba en el estado de M. En el estado mental,
me refiero.
-Se notan apenas… -dijo un poco más alegre-. Tal
vez con más luz ni siquiera se vean.
-¿Quieres que no se vean, pero que estén
encendidas? -le pregunté entonces.
M. No respondió, y siguió mirando las luces del
árbol, concentrado.
-A lo mejor vamos a tener que llevarlo de vuelta al
hospital -comentamos nosotros, en voz baja, mientras lo observábamos.
-Si se tratase de una historia -dijo de pronto M.,
sin mirarnos-, ahora debiese comenzar un párrafo con un desenlace o una
explicación breve para lo que está ocurriendo…
Nos quedamos en silencio, sorprendidos.
-Pero esto no es necesariamente un cuento -completó,
luego de un rato-. Y ni siquiera sé qué significa…
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