I.
Por la mañana le dije que debía irme a Brasil. Ella
se quedó en silencio. Le pregunté qué le pasaba.
-No me gusta Brasil -me dijo.
-Entonces, ¿te vienes conmigo…? -pregunté.
-No -me dijo-. Ya te dije que no me gusta Brasil, aunque
tampoco quiero que te vayas.
II.
Me fui a Brasil esa misma noche.
Me quedé en un Hotel en el cual, según decían, solo
se hospedaban espías.
Pensé que era lo adecuado.
Tenía un contacto que consiguió una habitación por
dos meses.
También me consiguió un arma y me dejó un archivo detallado
con las indicaciones.
-Tómate tu tiempo -me dijo-. Tu primera acción comienza
recién en dos semanas.
III.
Estuve esas dos semanas en el bar del hotel.
En él se conocía gente extraña.
Nadie preguntaba quién eras, de dónde venias o cuál
era tu misión.
Simplemente bebías y hablabas de otras cosas.
Cosas reales, sin embargo.
Me refiero a que no sentías necesidad de mentir
estando en ese sitio.
IV.
Una de esas noches conocí a un tipo parecido a mí.
A él también, antes de ir a Brasil, una chica no
había querido acompañarlo.
-Lo que pasa es que a casi nadie le gusta Brasil
-me dijo-. O sea, fingen que les gusta, y viajan unos días... La playa, el carnaval,
la alegría… se mienten de esa forma… Pero la gente sabe, en el fondo, que se
trata de vacaciones breves. Nuestras chicas sabían que ese no es Brasil. Eran
honestas, al menos…
-De todas formas, aquí no estamos en Brasil -le
dije, tras pensármelo un poco-. Estamos en el bar de un hotel simplemente, bebiendo
y esperando que sea el momento para hacer lo que debemos hacer.
-Puede ser -dijo el que se parecía a mí.
V.
Recibí entonces una llamada donde se me informaba
de un retraso para ejecutar mi primera acción.
Una semana, se retrasaba.
Me dijeron, sin embargo, que anotara conversaciones
que se oyeran en el bar, esa semana.
-¿Debo enviarlas a algún lado? -pregunté.
-No -me dijeron-. Solo revísalas, al día siguiente.
Y léelas varias veces, hasta que sientas que las has comprendido.
-¿Solo eso? -pregunté.
-Solo eso -me dijeron.
VI.
Escuché durante esos días varias conversaciones
extrañas.
O fragmentos, más bien, que quedaron orbitando.
Dos ejemplos:
Un hombre diciendo que había apuñalado a un tipo,
pero que se había desangrado otro.
Un grupo de ancianos que repetían cada cierto rato
que la ética iba a ser la estética del futuro.
VII.
Estuve tres meses y medio, finalmente, en Brasil.
No puedo dar detalles, pero hice lo que me
encomendaron.
La última noche, en el aeropuerto, hablé con una
chica muy parecida a aquella que no me había querido acompañar.
Ella tampoco había querido viajar, tiempo atrás,
con un hombre parecido a mí, pero ahora había venido, igualmente.
-A él tampoco le gustaba Brasil -me dijo-, pero se
excusa diciendo que se trata de un trabajo.
Yo no quise contestarle.
Me despedí, simplemente, pues ya era hora de mi
vuelo.
Debía tomar dos pastillas antes de subir al avión, para
dormir durante el viaje.
Elegí tomar cuatro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario