Entre las cosas extrañas que leo en internet esta
semana me encuentro con la noticia de una mujer que se casó con un canguro. El
hecho ocurre en Australia, por supuesto, aunque la mujer es de origen filipino.
Para poder casarse, ella se habría acogido a diversas leyes de protección de
creencias ancestrales, que la llevaron a un juicio de poco más de dos años y en
el que se terminó autorizando la legítima unión. Para hacerlo, debió antes
inscribir al canguro y registrarlo bajó un nombre oficial, además de certificar
-en la noticia no se especifica cómo-, el buen estado de salud del canguro y la
capacidad que dicho animal tendría para ver en un ambiente doméstico. El nombre
con el que se inscribió al canguro fue Peppermint. Pero como debía especificarse
un nombre y un apellido, su inscripción fue Peppermint Peppermint, finalmente. En
la boda, además del ministro de fe, hubo dos testigos, unos pocos invitados y un
gran número de curiosos que se mantuvieron mirando la ceremonia, aunque a
cierta distancia. Asimismo, se requirió un observador especial que determinara
que el canguro manifestara claramente -tampoco se especifica cómo-, su voluntad
para permanecer en unión con la mujer, y compartir su vida con ella. Todo lo
anterior, según se informa en la noticia, se desarrolló en relativa calma, a
pesar de un grupo de manifestantes que, a través de pancartas y pequeños
gritos, se habían hecho presentes también en el lugar. Entrevistada por varios
periodistas luego de la boda, la esposa da cuenta de su visión del “amor
verdadero” y explica además que, si bien no prevé consumar de manera
tradicional el matrimonio, ya ha aprendido diversas técnicas para satisfacer
sexualmente a Peppermint, incluyendo el sexo oral. Si bien la noticia no ahonda
mucho en especificaciones, me fijo que tiene 312 comentarios, la mayoría
referidos a la naturaleza sexual de la unión y a diversas bromas sobre ella.
También hay otras que manifiestan su rechazo a este hecho, principalmente a través
de citas bíblicas o hablando sobre abuso animal y el estado mental de la mujer.
Con todo, no encuentro ningún comentario sobre la forma en que la mujer define
el “amor verdadero”. Por lo mismo, había pensado escribir esto para referirme a
dicha visión en esta entrada. Sin embargo, mientras escribía, me puse a pensar
que, si no había comentarios sobre el tema, era justamente porque a nadie le
interesaba este aspecto, y que sería simplemente perder el tiempo hablar -o
intentar hablar-, sobre aquello. Por lo mismo, decidí dejar hasta aquí,
simplemente este texto. Y cuando digo aquí, me refiero específicamente al punto
que aparecerá al final de estas palabras.
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