“-El hueón me desafió a que transformara
un sistema de ecuaciones en una historia…
-¿Y tú qué hiciste...?
-Le dije que ya estaba hecho, y que se
fuera a huear a otra parte…”
P. V.
Nos arrancamos de noche, con dos rifles, linternas
y muchas balas.
Yo llevaba las botellas, en la mochila, envueltas
en ropa, para que no sonaran.
Durante un buen rato estuvimos perdidos, pero
finalmente encontramos el lugar.
Ya habíamos puesto las rocas, en hilera, y ahora solo
debíamos poner las botellas, sobre ellas.
Eran once, las botellas. De vidrio. Pequeñas y vacías,
pero en buen estado.
Acordamos disparar tres veces, en cada turno.
Fallamos la primera vuelta.
Nueve disparos en total, que dieron en cualquier
sitio.
En mi segundo turno derribé una botella, pero dándole
a la roca en que se sostenía.
Exigí que valiera medio punto, como mínimo, pero no
aceptaron.
Cuando fui a poner la botella en su sitio descubrí
que alguien le había dado a una culebra.
No estaba muestra del todo, pero con la luz de la linterna
pude comprobar la herida y observar cómo se retorcía, en el lugar.
Le dije a los otros que vinieran a ver.
Nos paramos rodeando a la culebra, que no tenía
dónde ir.
Entonces uno de nosotros la apuntó con el rifle y
nos miró para ver si aprobábamos la decisión.
Está sufriendo, nos dijo.
Aceptamos la idea y entonces escuchamos el disparo.
Segundos después observamos cómo la serpiente
seguía retorciéndose y él que le había disparado dejaba caer el rifle.
No entendimos bien cómo, pero resultó que se había
disparado en un pie.
A mí me dio risa, y eso molestó a los otros que me
lanzaron una piedra.
La piedra me dio en la cabeza y provocó que saliera
bastante sangre, lo que me asustó.
Nervioso, tomé rápidamente un rifle y los apunté
exigiéndoles que me dijeran cuál de ellos había sido, pero no contestaron.
Por asustarlos disparé en cualquier dirección y
terminé dándole de lleno a una botella.
Sentía la sangre bajar por mi cuello mientras me
sentía orgulloso de mi tiro.
Sangre por sangre, les dije, y la frase sonó
bien.
Mientras cargaba el rifle nuevamente, vi a la
culebra, alejándose del lugar.
Justo la iluminaba una linterna, que había quedado encendida,
sobre el terreno.
Después y antes del último disparo pude escuchar un
pequeño grito.
¡Pum…!, se escuchó el último disparo.
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