Es verdad. Sueño que soy el Principito. O mas bien,
que debo actuar como el Principito. En una obra, me refiero. Una obra menor, a
escala escolar, que se realiza en pequeños teatros, posiblemente de colegios.
En la primera función un actor falla y entra otro que debe reemplazarlo y leer parte
del texto. Mis líneas son breves pues se trata de un resumen de la historia. Es
algo simple. Actúan niños, algunos jóvenes y yo. No reconozco a ninguno, ahora
que estoy despierto. La gente recibe bien esa primera función. No son
exigentes. Luego, mientras nos sacamos el vestuario, le comento algo al actor
que reemplaza para que mejore en la segunda función que es en poco rato, en un
lugar cercano. El actor de reemplazo hace al rey. Le digo que justamente es un
personaje que puede hacer lo que sea, que juegue con eso. Que diga que es un
rey, que puede leer incluso el texto si se le antoja. Luego debo ir a hacer
algo que no recuerdo.
Debo hacer algo en la ciudad y luego llego al nuevo
teatro. Un teatro menor, por supuesto, como señalaba antes. La obra todavía no
empieza, pero no encuentro mis cosas. Mi vestuario y mi peluca, principalmente.
Todo está desordenado y nadie parece muy profesional. Al parecer se conforman
con la primera función, a pesar que este pequeño teatro está también lleno.
Posiblemente falta otro actor, pero no alcanzo a confirmarlo. Busco las cosas y
me encuentro con otros dos actores. Los han reemplazado, me dicen que no me
preocupe. Al parecer no querían actuar, simplemente. Todo está a oscuras. Yo no
encuentro mis cosas y a función está a punto de empezar. Me dicen que no me
preocupe, que igual da lo mismo, que deben estar en el otro teatro. Entonces
veo que la obra empieza, yo salgo en unos minutos. Calculo que, si corro al
otro teatro, que está muy cerca, puedo tomar mis ropas y correr de vuelta
mientras me las coloco y entrar directo a escena. Eso hago. Corro al otro lugar
y busco, pero todo está vacío. Debo pasar por lugares extraños donde me caigo y
se me rompe un poco lo que llevo puesto, mientras busco las cosas. Encuentro un
pantalón azul y una polera extraña, pero no mi disfraz. Tampoco encuentro la
peluca, aunque al correr de regreso me reflejo y veo que extrañamente soy
rubio, en el sueño. Mal vestido, y rubio, pero algo es algo.
De regreso pienso entrar a escena, pero veo, desde
atrás del escenario que hay adultos dando explicaciones. Todos me miran
molestos. Una mujer encargada me mira culpándome y yo exploto. Es justamente
ella quien debía traer el traje y la peluca. Era lo punto que debía hacer, le
digo., tras sentirme acusado. Mientras siguen dado explicaciones, pienso que es
fácil solucionarlo, pero al parecer nadie quiere ayudar. Pienso salir a hablar
directamente con el público, actuando, y convencerlos desde el escenario. Saldrá
bien, me digo, mientras calmo mi molestia que es mucha. Puedo hacer que
salga bien, pienso aunque todavía hay rabia. Ni siquiera estoy maquillado,
tal vez hasta tenga la barba un poco crecida, pienso, antes de salir.
Ya en el escenario hablo directamente con los
espectadores e intento disculparme. Soy el Principito, les digo. Les
pido disculpas por la demora, pues la bandada de patos me dejó en otro sitio. ¿Han
intentado pedirle ayuda a alguien?, les pregunto. ¿Qué creen que pasa si
les dicen que son el Principito, que vienen de otro planeta y deben llegar en
pocos minutos a cierto lugar?, ¿creen que alguien los ayudaría? Pues eso me
pasó, le cuento. ¿Ustedes me habrían ayudado? Me refiero a ustedes, los
adultos, no a los niños, pues un par de ellos tal vez hubiesen creído… pero
ahora les pregunto a ustedes, niños… ¿creen que sus padres me habrían ayudado?
En el público hay niños pequeños, y algunos miran a sus padres. Insisto con la pregunta
hasta que varios se atreven a decir que no, en voz alta. Los padres miran
extrañados, aunque saben que es cierto. Sus hijos saben cómo son y eso los
avergüenza. De a poco la obra comienza a transformarse de a poco en un
stand-up. Uno mayormente serio, aunque recuerdo alguna situación chistosa entre
medio. Uno en el que les hablo a los padres, indirectamente, jugando a
dirigirme a los niños. De vez en cuando miro atrás del escenario y pido a
algunos actores que me ayuden. Están a medio caracterizar. Yo les cuento al
público quienes eran y los hago interactuar un poco, aunque sigo dirigiendo
todo, como en un monólogo. Sale bien, aunque soy consciente de la situación
todo el tiempo. Me sorprende, de hecho, lo bien que va saliendo. Me atrevo por
eso a improvisar y hasta inventarme cosas. He despertado hace poco y recuerdo
la obra competa, aunque no muy bien el final. Podría escribirla, pero no sé
bien para qué. En el párrafo siguiente les cuento una de las cosas inventadas,
para terminar con un ejemplo.
Pasé por el planeta de un pirata, les digo. Hay
varios planetas que no salen en el libro, aunque funcionarían bien en una ópera
rock. “El Principito, pirata espacial”, se llamaría esa ópera y los planetas
funcionarían como islas, más o menos. Pero el punto aquí es contarles del
pirata. Lo reconocí por el vestuario, claro. Estaba solo en el planeta y me
hablaba. Me contaba que era un pirata, aunque no miraba en mi dirección,
mientras lo hacía. Podía notar que tenía la correa de un parche en el ojo, un garfio
y una pierna de palo. Entonces, mientras contaba otras cosas, el pirata explica
que se rascó el ojo bueno con el garfio y que ahora está ciego. Se da vuelta y puedo
ver que es cierto. Tiene un parche en un ojo y en el otro se ve la piel
sellada, atravesada por una cicatriz. Me pide que le ayude a buscar al loro, pues
no lo encuentra. Saber que está con él, en el planeta, sin embargo, es lo que
le permite seguir, me explica. Yo comprendo entonces que el pirata está solo.
Que no hay loro. Ni siquiera el cadáver. Tal vez se fue del lugar o murió y de
alguna forma desapareció su cadáver. No sé bien si mentirle al pirata y decirle
que está el loro. ¿ustedes que harían? Le pregunto esto al público, a quien
le cuento esta historia. ¿Qué es ser bueno en ese momento…? Luego de
un rato, además, me doy cuenta que tal vez ocurre otra cosa. Tal vez ni
siquiera es pirata y solo actúa como tal. Debajo del parche tiene un ojo bueno,
pero él no lo sabe. El garfio realmente lo sujeta con una mano buena y tiene
una pierna buena entablillada. ¿Será mejor decirle eso? Hacer que todo es
disfraz, que no es quien cree ser y decirle además que está solo en ese trozo
del universo. ¿Qué es ser bueno, en ese instante…? Ese es el ejemplo, que
voy a contar acá, nada más, ya está esto exageradamente largo.
Me desperté hace una hora más o menos. Fui a tomar
agua y luego escribí esto. Disculpen si todo está en desorden o resulta
incoherente. A veces ya ni sé si vale la pena ordenarlo un poco más antes de
entregarlo. Juro que es verdad, lo que dice acá, respecto al sueño… ¿Qué
será ser bueno, en este inste instante?
No hay comentarios:
Publicar un comentario