Me duele la cabeza cuando miro aviones. Me ocurre
cuando vuelan, no si los miro cuando están en el suelo. Llegó a ser grave en un
momento por lo que me hice algunos exámenes. Pensé que era debido a la posición
de la cabeza, o por un problema circulatorio o una complicación cervical. Se
descartó todo eso, por supuesto, pero el dolor de cabeza persistía. Opté
entonces por lo más fácil: dejé de mirar aviones cuando van por el cielo.
Funciona bastante bien, aunque si me doy cuenta que están pasando, o los escucho,
el dolor llega igual, pero un poco menos intenso.
Con el tiempo, comencé a sentir dolores similares
ante otros fenómenos o situaciones, pero no los asimilé a algo específico y los
asocie mayormente al estrés, como supongo lo hacen todos. Ni siquiera le hablo
a nadie, del dolor. Cuando lo siento, quedo un poco rígido y trato de ponerme
en blanco, hasta que el dolor disminuye su intensidad. Mientras me duele, sin
embargo, no puedo dejar de asociarlo a los que me sucedía con los aviones, por
lo que en mi mente se dibuja la imagen de estas máquinas en el cielo por lo que
el problema, de cierta forma, sigue asociado al mismo fenómeno.
El otro día, mientras estaba bajo un episodio de
dolor y tenía la imagen de los aviones en mi cabeza descubrí de pronto la causa
y hasta ideé una posible solución. La causa es un poco vergonzosa, pero puede
resumirse de forma sencilla: no entiendo cómo y por qué pueden volar los
aviones. Es decir, puedo ver planos y piezas, o hasta repetir diversas explicaciones
técnicas, pero en el fondo el verlos atravesar el cielo es, para mí al menos,
algo totalmente ilógico. Y el aceptar eso que no comprendo… tolerar ese
absurdo, digamos, es sin duda lo que me produce dolor. Y claro, lo mismo me
ocurre con otras situaciones o fenómenos que no comprendo y que me ahorraré ahora
nombrar acá, para no robar más tiempo al posible lector.
Respecto a la solución que ideé, ciertamente es tan
sencilla como la causa: para que el dolor desaparezca debo imaginar que el avión
cae. Así de simple. Estrellarlo en el suelo apenas lo vea -o imagine- volar y todo
debiese volver a funcionar correctamente. Esa es mi hipótesis, al menos. Ahora debo
probarla, es cierto, pero algo me dice que he dado con la tecla correcta y ya
me siento, a priori, un poco más aliviado. Si llego a comprobar su eficacia,
les cuento.
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