Pasaron de la municipalidad cortando árboles.
Pero no diré: ¡Oh, pobres árboles…!
Me limitaré a los hechos:
Se bajaron tres hombres, con overoles.
Dos de ellos tenían motosierras.
Varios vecinos salieron a grabar, con celulares.
Otros tocaron las bocinas, en forma de protesta.
Al parecer decían que dos de esos árboles ya estaban
muertos y que el otro había crecido demasiado, y las raíces estaban rompiendo
el pavimento.
En un negocio, donde compro pan, dos señoras
hablaban con el vendedor contándole que habían llamado a un matinal.
Pero ya había terminado la hora del programa,
dijeron.
Y tras escuchar el problema, según contaron, no les pusieron mucha
atención.
Ellos podrían haber hecho algo, agregaron.
Cuando regresé a casa ya habían cortado un árbol.
Era uno de los que al parecer estaban muertos.
Ahora comenzaban a cortar el segundo.
Todavía sonaba de vez en cuando alguna bocina, pero
dejaron de hacerlo poco después.
Llegó una camioneta, entonces, para reunir los restos y
llevárselos.
Luego se fue y volvió vacía, para repetir las
acciones.
Antes de cortar el tercer árbol uno de los hombres
sacó un termo y vasos plásticos, y tomaron algo.
Otro fue hasta el negocio y compraron algo de
comer, para acompañar.
Vi que alguien increpaba al dueño del negocio,
supongo que por haberles vendido.
Vienen al país a quitarnos los árboles, dijo
alguien que pasó junto a ellos, fijándose en que dos, al menos, parecían
extranjeros.
Los hombres siguieron su trabajo y cortaron el
tercero.
Luego guardaron sus cosas y pegaron en los postes
unos documentos informativos, sobre la situación.
Oscurecía, cuando se fueron.
Poco después la selección de fútbol jugaba por
televisión.
No diré: ¡Oh, nuestra gran selección…!
Pero señalaré al menos que ganaron por penales.
Volvieron entonces a escucharse las bocinas.
Se notaba el festejo, en el lugar.
Es raro, pero no sé que ocurre con las raíces del
árbol que estaba vivo, porque no fueron arrancadas.
Pero claro, no diré: ¡Oh secretas raíces…!
Y dejaré mejor de aburrirlos con todo esto.
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