Cuando me descuido, se me sube un viejo en la
espalda.
No me dice dónde ir.
No me obliga a nada más que llevarlo a cuestas.
Y claro, como comúnmente ando cargando peso, la
situación suele sorprenderme y me percato tarde de lo que ocurre.
Puedo de esta forma pasar todo un día cargando al
viejo sin darme cuenta y, si soy sincero, creo que prácticamente no me afecta.
Y es que además de ser flaco y de aferrarse a uno
sin hacer demasiado daño, el viejo muestra mayormente una actitud sensata.
Me refiero a que se baja de mi espalda en los
momentos adecuados.
En la ducha, por ejemplo.
Al dormir.
O cuando uno tiene algún tipo de encuentro más
cercano y/o amoroso.
De esta misma forma, el viejo no suele interrumpir
mis pensamientos ni le gusta hablar en lo más mínimo.
De hecho, apenas lo he escuchado un par de veces
quejarse, y solo una vez se lo oí discutir, cuando un tipo en el metro lo pasó
a llevar fuertemente con su paraguas y le hizo incluso un corte en el rostro.
Es por esto que, más allá del cansancio que supone
llevarlo a cuestas, he optado por dejarlo ahí, y no hacer un escándalo sobre
aquel asunto.
Por lo mismo, no insistan en pararme en la calle y
contarme que llevo un viejo a cuestas, pues soy consciente de aquello y nadie
me obliga del todo.
Así, simplemente, mejor no insistan revisen su
propia espalda.
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