No lo hago a propósito, pero a veces soy como un coágulo.
Caminando, entre la gente, fluyo con ellos de lo más bien hasta que de
pronto despierta en mí esa naturaleza de coágulo, y me detengo de improviso.
Entonces la gente que fluía conmigo se detiene también y comienza a
aglomerarse buscando cómo hacer el quite a ese coágulo que se ha puesto justo
por delante y que se ha interpuesto en el proceso de circulación.
Lo mismo me ocurre a veces en conversaciones o en una serie de
situaciones que, de revelarse de pronto con un ritmo constante, me llevan a ese
detenimiento abrupto, justo en medio de una frase o de un paso. Justo como un
coágulo.
El concepto de coágulo, por lo demás, puede tomarse literalmente ya que
resulta indudable que la desesperación que me lleva al detenimiento se origina
al sentirme parte del funcionamiento de un organismo ante cuya naturaleza me
rebelo.
Y es que no quiero ser parte de la existencia de algo cuya vida no me
parece digna. Principalmente porque no reconozco en ella significado alguno, y
esa falta de dirección hace que me sienta como si alimentase, con mis acciones,
a un ser que permanece, al menos, en estado vegetativo.
Y claro, es entonces cuando me transformo en coágulo y viene uno a interrumpirse de golpe.
Así, sin más, justo en medio de una fra
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