Atrasado, me vestí de prisa para ir a trabajar.
Como no encontré camisa me puse una nueva que me
había regalado mi hermano.
Ni siquiera la había planchado, pero al menos se
trataba de una camisa limpia.
Me disponía a abrocharla cuando me di cuenta que no
tenía ojales para los botones del torso.
La hora avanzaba y ya era seguro que no llegaría a
tiempo al trabajo.
Se trataba de una situación un tanto absurda, pero
no tenía tiempo para pensar.
Busqué un cuchillo en la cocina y me dispuse a
hacer los ojales.
No resultaba algo sencillo, sobre todo porque tenía
la camisa puesta y el tiempo seguía, por supuesto, avanzando.
Así, resultó que termine presionando la camisa
contra mi cuerpo y hundí el cuchillo para hacer los ojales.
Siete veces hundí el cuchillo.
La sangre manchó de inmediato la camisa, pero al
menos había solucionado el asunto.
La corbata había dejado de combinar, pero pensé que
era lo de menos.
Tomé mis cosas y salí hacia el trabajo.
Corrí hacia un taxi y le di la dirección.
Creo que le manché el taxi a aquel tipo.
Mareado, bajé del taxi y me dirigí hacia el reloj
control.
Solo fueron dos minutos de atraso, me dije.
No recuerdo qué pasó entonces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario