Leo sobre un tipo que hace esculturas en pastillas.
Pequeñas esculturas, claro.
Todas ellas en pastillas que, de alguna forma, se
relacionan con la figura creada.
La mayoría de las esculturas, según señala el
texto, desarrollaban profundas observaciones al hombre de hoy.
Y los tipos de pastillas más usadas son antidepresivos,
antipsicóticos y otras que van por esa línea.
El hombre expuso en varias oportunidades en
Londres, aunque lo cierto es que sin gran repercusión.
Afortunadamente
–dice él, en el texto que leo-, a la
exposición llegó la persona indicada.
Esa persona, observó las esculturas, a través de
las lentes dispuestas, y luego pidió hablar con el responsable.
El escultor dice que se asustó al escuchar aquello.
Y es que no habían pedido hablar con el artista, sino con el responsable.
Tras demorar un poco la reunión, el escultor dice
que se juntaron en un pub, a pocos pasos del
lugar donde exponía.
Y resultó que el tipo aquel era el representante de
un importante laboratorio farmacéutico que buscaba innovar en sus productos.
Pocas semanas después, el escultor –que ya no le
molesta que le llamen el responsable-,
firmó un contrato millonario por sus diseños para la comercialización de las
pastillas.
Comenzaron con unas alternativas al viagra y poco a
poco han ido aumentando la variedad de sus productos, teniendo muy buena
recepción.
Los índices de suicidio, además, por ingesta de estas
pastillas “con diseño”, es la más baja si se compara con la de los otros
laboratorios.
Se supone que es bueno.
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