I.
El orden final consiste en separar las cosas.
Las que necesito de las que no necesito.
Comencé la separación y lo que no necesitaba apenas
cabían en mi hogar.
Lo que necesitaba, en cambio, cupo con holgura en
mis bolsillos.
II.
Entonces saqué una de esas cosas necesarias, de mi
bolsillo.
Era una caja pequeña, llena de cerillas.
Encendí una, pero no me decidí a arrojarla hacia mi
casa.
Y es que lo que debía purificarse, finalmente, no
estaba entre esas cosas.
III.
Pasaron unas horas y terminé vaciando mis
bolsillos.
Luego dejé mis zapatos, mi chaqueta y hasta mis
pantalones.
Llevé todo hasta la casa y pensé si estaba en lo
correcto.
Tenía frío, sin embargo, y no podía pensar de buena forma.
IV.
Si lo piensas
bien todo es innecesario, me dijo alguien a quien no quise mirar.
Y no está tan
mal, lo innecesario.
La vida
entera, después de todo, no es necesaria para nadie.
Y amar lo
innecesario, en este sentido, es el único amor posible, si lo piensas.
V.
Poco después volví a entrar a casa.
Me di una ducha y preparé algo de comer.
Traté de no pensar nada en especial ni tampoco
buscar conclusiones.
En cambio, como todo había sido revuelto, volví -sin apuro-, a
ordenar la biblioteca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario