Se amarraba unas lanas en los dedos, para que no se
le olvidase algo.
Regar las plantas. Sacar a pasear al perro. Cosas
de ese estilo.
Pero una vez se amarró tan fuerte que terminó por bloquear
la circulación y perder un dedo.
El índice de la mano izquierda, para ser exacto.
Un doctor decidió amputarlo tras varias semanas en
que se intentó infructuosamente poder recuperarlo.
Fue una operación breve y le pusieron una prótesis que
debía sujetar con una especie de guante.
El guante tenía partes de metal y de cuero y solo
debía sacárselo para ducharse o dormir.
Por costumbre, luego de tener la prótesis, se
acostumbró a dejar una marca en ella cuando quería acordarse de algo.
No hilos, por supuesto, sino dejar tomada una tira
de cuero entre una de las articulaciones, para activar su memoria.
Así lo hizo hasta que un día se atascó y casi
perdió la prótesis.
Fue entonces que recordó, extrañamente, no lo
último que había querido recordar, sino aquello de hacía ya bastante tiempo,
cuando perdió el dedo.
Tenía que dar comida a su pez, que estaba en un
acuario, en un sector poco visible de la pieza.
El acuario tenía un dispensador que servía para
alimentarlo como por diez días, pero ya había pasado más de un mes y no se
había acordado de nada.
Extrañamente, cuando fue a verlo, el pez seguía con
vida, aunque el dispensador de comida estaba vacío.
Luego, lo alimentó con unos restos, y le enseñó su nuevo
dedo, a través del vidrio.
Finalmente, sin saber por qué, se sacó la prótesis
y no volvió a ponérsela.
No sé, sinceramente cómo andará de memoria, por
estos días.
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