Los chicos iban hasta esa casa
que ahora está en venta.
Iban a ver a una mujer
iban a verla a escondidas,
ella abría las cortinas en medio de la noche
y les mostraba su piel,
y era un regalo más hermoso
de lo que cualquier padre o madre
pudo alguna vez imaginarse.
Justamente por esto,
cuando ellos se enteraron,
fueron todos juntos y exigieron
a la mujer
que dejase aquella casa
y rompieron su jardín
y la arrojaron al suelo
y una piedra atravesó la ventana
por la que la noche anterior
los chicos la observaban.
No se fue la mujer, sin embargo,
y los chicos pudieron ver entonces
aunque las cortinas no se abrieron más
cómo algunos de sus padres
entraban a esa casa
cuando creían que nadie los veía
y a veces se escuchaban gritos
y los niños pensaban que sus padres
castigaban a aquella mujer
y de alguna forma extraña,
estaban en lo cierto.
Pues bien, tal como decía,
esa es la casa
que ahora está en venta.
Todos tenían prohibido
hablar con la mujer,
y envejeció de aquella forma
más rápido, tal vez,
de lo que hubiese debido,
y olvidaron entonces los chicos
el regalo de su piel
ofrecido tras la ventana.
Creció la maleza en su jardín,
sus pasos se hicieron más lentos,
nadie volvió a entrar a su casa
y la ventana permaneció siempre
cubierta por las cortinas
que apenas filtraban de noche
unas gotas sucias
de luz blanca.
Pues bien,
ahora los chicos
han crecido
y la casa está en venta,
nadie habla de la mujer
y no se ve, ciertamente,
por ningún sitio,
como si aún se prohibiera
hablar con, o sobre ella,
y ella misma colaborase,
desapareciendo.
y es que está a mal traer,
ciertamente,
aquella casa.
Dudo que el mundo,
de todas formas,
este mejor,
y dudo también
(si soy sincero)
que ustedes tengan,
con qué pagarla.
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