I.
-¿Y si no se abre?
-¿El paracaídas?-
-Sí, ¿qué pasa si no se abre?
-No sé…. Supongo que ocurre algo… nada más.
II.
-Estudié todo el día… Día y noche, estudié… ¿crees que eso me deja en
mejo pie…?
El hombre lo pensó en silencio.
No dijo palabra alguna.
III.
Vendo cajas con relojes malos.
Eso debiese decir un aviso, en el periódico.
“Ex periodista vende relojes viejos”, dijo.
Luego de eso, ya ni importa si alguien se lleva alguno con resultados
inexactos.
Todos han sido advertidos, después de todo.
IV.
Todos vamos a morir.
Y vamos a morir porque vamos a morir.
No parece un argumento, pero de cierta forma sí lo es.
Lo justo sería que los viejos lo hicieran primero, pero hay veces en
que no.
Eso he aprendido de esas cosas.
V.
Vi la noticia en la mañana:
Ciento doce adultos mayores
saltan en paracaídas para cumplir su sueño.
¿Todos habrán tenido el mismo sueño?
¿En qué consiste finalmente ese sueño?
La noticia, ingenuamente, propone que el sueño era saltar en
paracaídas.
VI.
Casi sin darle importancia la noticia cuenta que tres no saltaron.
Se habían preparado, al parecer, pero se arrepintieron a última hora.
Si yo fuera un Dios justo, ¿saben qué diría?
Bienaventurados sean estos tres, pues no equipararon el valor de la
vida con el valor de un sueño.
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