“Como la suerte del necio será la mía,
¿para qué vale pues, mi sabiduría?”
Eclesiastés.
I.
Una vez un vecino dentista me contó que atendió a
un hombre que pidió que le sacaran las muelas sanas.
Yo no le creí en un principio así que llamó a la
persona que trabajaba con él para que me lo confirmara.
Y sí, resultó que había atendido a un hombre que
pidió que le sacaran las muelas sanas.
II.
En un principio no me pareció tan extraño lo del
hombre, sino que me fijé más bien en la “ética profesional” del dentista.
Y es que no pensaba que fuera posible aquella
acción, de la misma forma que un cirujano no puede –supongo-, cortar una pierna
porque sí, o extirpar un órgano sano.
Mi vecino dentista, sin embargo, me dijo brevemente
que era un procedimiento válido, y se detuvo más bien en relatar algunos
detalles del hombre que se extirpó las muelas sanas.
III.
Uno de esos detalles fue que el hombre se llevó las
muelas sanas.
Pero claro, a esta petición algo más común, se le
agregó el hacer una limpieza perfecta de esos dientes ya extirpados.
Así, según habría comentado, podía guardar esas
muelas todavía sanas como un engranaje en perfecto estado.
Por otro lado, podía también “podrirse tranquilo”,
según sus propias palabras.
Y eso es, en resumen, lo que me han contado de esa
historia.
Hola, qué bacan tu blog. Me gustó lo que escribes.
ResponderEliminarSaludos
Gracias.
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