Y uno que pensaba saber tanto.
No ahora, por supuesto, pero hubo un tiempo.
Uno de esos tiempos en que uno se cree fuerte y capaz… y todas esas
cosas.
Tal vez usted también pasó por uno.
Y claro… tal vez también les ocurrió encontrarse en el peor momento con
la sorpresa.
Ese descubrimiento que revela de golpe que al final no se piensa ni se
sabe tanto.
¡Pobre y triste descubrimiento…!
Y no lo digo por el saber en sí o la falta de este.
Yo hablo más bien de la incapacidad que se revela en ese instante.
De las raíces torpes que percibimos bajo la piel.
De la felicidad que se muestra más distante y todas esas cosas que de
pronto se alejan y parecen imposibles.
Pero claro… no me hagan explicarles si ya saben.
Además, como dice el sabio, lo que falta no se puede contar.
Y lo que perdimos, no sirve más que para canciones amargas.
¡Y nadie quiere, en el fondo, canciones amargas…!
No sé si ustedes también pasaron por esto, pero les aseguro que
avergüenza.
Creer que sabemos y no saber.
Creer que amamos y no saber qué amamos.
De verdad que avergüenza.
Si hasta pensaba que era el mismo viento el que soplaba un día hacia
allá y el otro hacia acá.
¡Seré hueón…!
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