Él decidió cambiar de vida cuando se puso unos
calcetines sobre otros.
O sea, no en ese momento exacto, si no cuando se
los sacaba para ducharse, esa noche.
Y es que en ese momento no pudo comprender cómo es
que había unos calcetines, bajo los calcetines que se había puesto esa mañana.
Fue así que se detuvo en medio del cuarto de baño y
permaneció largo rato observando sus pies.
O sea, no sus pies exactamente, sino el segundo par
de calcetines que descubrió bajo el primero (y bajo ellos sus pies).
Por un momento incluso él reconoce que sintió que
tal vez no había pies abajo, o que no eran suyos, o hasta que había una larga hilera
de calcetines y al final unos pies diminutos, como de bebé, que no podían
llevarlo a ningún sitio.
Extrañamente, él señala que esto le produjo una
risa que lo sorprendió, pues no estaba acostumbrado a reír a solas, ni mucho
menos por algo que no lograba comprender.
Ya más lúcido se formuló algunas hipótesis de lo
sucedido, y tras no encontrar una más sólida que otra se miró al espejo y se
decidió a cambiar de vida.
O sea, él era consciente que la vida –de ser-, es siempre
la misma, pero comprendió entonces que cambiar de vida, podía ser también
comenzar una comprensión nueva, que lo llevase de pronto a descubrir una vida
nueva bajo otra –al igual que los calcetines-, y plantearse entonces nuevas
hipótesis a una profundidad mayor, sobre aquello que está bajo nuestra vida.
Los pies de nuestra vida, entonces.
Y ya tenemos el título.
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