"Uno se cansa de la piedad,
cuando la piedad es inútil"
A. C.
I.
-¡¿Cómo llegaste hasta acá…?!
-¿Te asusté?
-Sí, pero no es el punto… ¿cómo llegaste…?
-Pues no sé… en metro, supongo, luego caminé unas
cuadras…
-No… me refiero a acá… al cuarto… ¿cómo lograste
entrar?
-Pues no ocurrió nada especial, llegué afuera y entonces
vi a tu padre que estaba en el jardín y nos saludamos y me dijo que estabas
aquí…
-¿Estaba mi papá en el jardín?
-Sí, creo que estaba podando unas rosas, o algo así,
luego me dijo que pasara…
-¿Hay rosas en el jardín?
II.
-¿Y?
-¿Y qué?
-¿Lo comprobaste?
-Pues sí, era cierto… mi papá está en el jardín podando unas rosas.
-¿Hablaste con él?
-Sí… lo saludé…
-¿Siempre llega así?
-¿Así cómo?
-Así sin avisar…
-Pues no sé… no lo veía hacía semanas.
-Pues ahora está ahí… si quieres me voy…
-No, está bien, quédate… Además papá está ocupado…
-¿Ocupado?
-Sí, ya sabes…. Tú mismo lo dijiste… está podando unas rosas.
III.
-¿Sabes…?
-¿Qué…?
-Respecto a las rosas…
-¿Sí…?
-Pues eso: nunca han dado rosas.
-¿Cómo?
-Que por eso no sabía que eran rosas.
-…
-Me refiero a que solo se veían los tallos verdes y de vez en cuando
alguna espina, pero no recuerdo haber visto nunca una rosa.
-Pues mejor entonces… tal vez si ahora tu papá la arregla puede dar
alguna flor.
-Sí… tal vez.
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