Ahí junto a la pared hay veinte cajas.
De cartón todas, en grupos de a cuatro, apiladas.
¿Pueden verlas?
Pues bien, yo les ofrezco las que quieran.
O sea, las que quieran, menos una.
Por lo mismo, decidan ustedes cuál me dejan.
No lo piensen demasiado.
No lo discutan.
No necesitan comprobarlas.
Todas tienen algo y son de tamaños similares.
No tienen dinero, ni joyas, ni escrituras de propiedades.
Por lo mismo, no se generen tantas expectativas.
Su vida no va a cambiar notoriamente con lo que encuentren en esas
cajas.
Y es que ustedes, en el fondo, nada necesitan.
Nada buscan, me refiero, cuando abren esas cajas.
Elijan tranquilos, por lo tanto, y que ese simplemente sea el trato.
Lo que encuentren es inmediatamente suyo.
Y claro, no se molesten en llevar cuentas.
Ustedes son diecinueve.
Y una de las cajas es mía.
Si quieren hagan una fila.
O si quieren hacen dos.
O s quieren entren todos en grupo.
Sacad una caja y no dificulten el paso.
Dejen una, como les dije, junto a la pared.
Y no se preocupen
Nada ha de venirse abajo.
La pared, yo mismo, y hasta el mundo, aguantamos un poquito.
De eso se trata.
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