“Un día,
habrá algo diferente al día”
B. V.
Me dicen que espere. Que me calme. Que todo llega a
su tiempo y si no llega es porque no tenía que llegar. También me dicen que la
desesperación no es buena. Que Dios está atento y que todo finalmente
encontrará su sitio. Y claro, yo me calmo un poco y luego anoto lo que dicen
para no olvidarlo. Para creerlo, incluso, a fuerza de registrarlo cuantas veces
sea necesario. Entonces, si me calmo, dicen que eso está bien. Que hice lo
correcto. Que mi esfuerzo va a ser recompensado.
Yo, en cambio, si soy sincero, no sé realmente si
hago lo correcto. De hecho, no sé ya si lo correcto existe. No digo eso, por
supuesto, porque con eso los desanimo y creen entonces que no he avanzado nada.
Por lo mismo, prefiero mostrarme tranquilo. Decir que entiendo. Decir que espero.
Decir, junto con ellos, que todo llega a su tiempo.
¿Qué es lo malo, entonces? ¿Eso me preguntan…? Pues
lo malo es que digas eso o no, te dan pastillas. Y con las pastillas dentro, esperar
deja de ser una opción. Me refiero a que esperar es lo único que haces. Esperar
algo diferente al día. Guardar la desesperación. Mantenerla dentro. Todo así
hasta que llegue el tiempo ese del que tanto hablan. Que llegue el tiempo ese a
no ser que antes llegue el fuego. O que llegue algo distinto al día. O llegue un
Dios distinto a Dios. Eso es lo que espero.
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