I.
-Hace unos meses me puse a escribir mis memorias –dijo L.
-¿Y qué tal? –preguntó K.
-Una mierda.
-¿Una mierda así, nada más?
-No –dijo L.-. Una mierda fome.
II.
-No es que me las haya querido dar de importante –continuó L.-, pero
había visto una película japonesa y me había parecido algo interesante…
-Ya… -dijo K.
-O sea… le hacía bien a un personaje… parecía algo bueno…
-Hmm…
-Ya sabes… la idea esa de verse a sí mismo… hacerse cargo de uno…
-Entiendo.
-¿No vas a decir nada más?
-¿Cómo qué cosa?
-No sé… algún comentario o algo…
-Está bien –dijo K-. Japón está muy lejos.
III.
-¿No te interesaría leer unas páginas? –preguntó L.
-¿De tus memorias?
-Sí… para dar una opinión…
-Tú dijiste que eran una mierda –dijo K.
-Sí, pero…
-Una mierda fome, de hecho.
-Sí, eso dije –admitió L.-, pero esa era mi opinión.
-Pues yo confío en tu opinión .dijo K.
IV.
-¿Sabes qué es lo más malo de haber intentado escribir esas memorias? –preguntó
L.
-Que resultaron ser una mierda fome –respondió K.
-Pues sí… pero no me refiero a eso…
-¿Y entonces?
-Que se hace difícil hacer cosas ahora… como que pienso si quedarían
bien dentro de las memorias y termino sin hacer nada…
-Igual siempre se puede vivir la vida de los otros… -dijo K.-, ya sabes…
al menos cuando la nuestra se ha agotado.
-¿Te refieres a leer las memorias de un tipo interesante e intentar
vivirlas uno mismo? –preguntó entonces L.
-No –dijo K., algo molesto-. Por eso prefiero no hablarte. No entiendes
una mierda.
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