I.
Va a llover antes que vuelva a ser de día.
Eso no es bueno ni es malo.
Hay un santo en un lugar, que dice esto.
Pero nadie cree en aquel santo.
II.
Debe ser extraño.
Debe ser extraño ser un santo.
Debe ser extraño ser un santo para nadie.
Tal vez la verdadera santidad consista en eso.
En ser un santo para nadie, me refiero.
III.
Por otro lado, hay quien dice que no hay santo.
Hay quien dice que no hay santo, si no hay
necesidad de santidad.
Que no hay santo realizado, sino hasta el milagro.
Y claro; no hay milagro sin necesidad de un
milagro.
IV.
El verdadero santo carece de fe.
La esperanza lo corrompe y lo vuelve débil.
Le hace creer en una fuerza ajena a sí mismo.
El verdadero santo desconoce su santidad y su
fuerza.
El verdadero santo desespera y clava sus uñas en su
piel.
Eso no es bueno ni es malo.
V.
Nada le parece indigno al verdadero santo.
Nada salvo la santidad alcanzada por la fe.
No creer en la salvación es la única forma de no
buscarla.
Y la única forma de salvarse, a fin de cuentas.
Hay un santo en un lugar que dice esto.
Va a llover antes que vuelva a ser de día.
Eso no es bueno ni es malo.
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