Se encontró con F. en camino a casa de V.
Pareció un encuentro casual.
Caminaron juntas unos minutos sin decirse nada
sustantivo.
Casi al llegar comprendieron que iban al mismo
sitio.
Aminoraron entonces el paso, pero no comentaron
nada.
Cada una esperaba que la otra comentase primero la
situación.
Ninguna lo hizo.
Ya frente a la casa de V. ambas se detuvieron.
Permanecieron así, en silencio.
Luego se miraron.
Ambas sintieron algo de dolor, pero estimaron que sería más grande el dolor de la otra.
Fue así que al mismo tiempo dieron vuelta y
retornaron por el camino.
-No tienes que regresar –dijo F.
-Igual iba a hacerlo –contestó la otra-. Antes o
después, iba a regresar.
No hablaron nada más hasta que llegaron al lugar
donde coincidieron.
Una vez ahí volvieron a separarse.
Cada una pensó por un momento en retomar el camino, pero desistieron de
hacerlo.
Ambas creyeron que iban a llorar, cuando estuviesen
solas, pero ciertamente ninguna lo hizo.
Esa misma noche, comenzó el caos.
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